Alejandro Torres Garzo
Cuarenta años. Médico traumatólogo, especializado en urgencias hospitalarias (reconocida con el nombre de «urgenciólogo») y cuyo trabajo lo desempeña en un hospital público de Madrid. Soltero y sin compromiso por elección propia.
Esa sería mi carta de presentación y lo único que conoce de mí la mayoría de la gente.
Un maniático del orden, de la puntualidad y muy exigente con su trabajo, sería lo que diría mi familia si se les preguntara sobre mí.
Reservado y buena persona; es cómo suelen describirme mis amigos.
Y para ella, soy el amigo de su hermano y de su cuñado; el médico que comparte con ella el entorno laboral y el hombre con el que prefiere mantener las distancias. Y, aunque al principio de conocerla no me sentía cómodo con su comportamiento esquivo y distante hacia mí, hoy en día casi lo prefiero así, ya que Gemma me descoloca.
Es el tipo de mujer que te irrita y excita por igual.
Estar cerca de ella me provoca, o bien, tenerla en mi cama, desnuda, atada y amordazada para no escucharla ni dejar que huya de mí; o bien, tenerla en mi cama, desnuda, atada y amordazada, para que los dos disfrutemos de una buena sesión de sexo.
Aunque ninguna de las dos será posible, ya que no tengo sexo con mujeres a las que pueda volver a ver.
Y no porque me parezca a los protagonistas masculinos que suelen aparecer en las novelas románticas; machos alfa, con algún tipo de trauma que no creen en el amor y bla-bla-bla.
Creo en él y en los compromisos a largo plazo, tengo demasiados ejemplos a mi alrededor como para dudar de la veracidad del amor verdadero; sin embargo, decidí no comprometerme con nadie. Elegí una vida demasiado complicada y hoy en día no me arrepiento, me gusta tal y como es.